jueves, 25 de octubre de 2018

“La vaporización como alternativa al uso del bromuro de metilo en la desinfección de camas almacigueras en la producción de plántulas de tabaco”

Autor Principal:
SUMARIO

The vaporization is a method of control of plagues and illnesses that are mainly in the soil that you to initiate at the beginning of last century, had controlled overgrowths, worms, nematodes, until bacteria's amonificadoras. The T3 (90 'x 30 cm}, the T6 (substratum with BM} and the T1 (60'x 30 cm} they were the treatments that threw the biggest averages in height and diameter of the shaft, growth root, air biomass, biomass root respectively. The T3(90 ' x 30cm}, T1 (60 ' x 30cm}, T6(8.M}, the treatments that threw the smallest averages of nodules in the roots were. The treatments T1 (60'x 30 cm), T2 (60'x 40 cm}, T3 (90 'x 30 cm), T4 (90'x 40 cm} and T6 (BM} with averages of statistically you equal to each other, they overcame statistically to the treatment witness in the control of nematodes as: Meloidoigyne sp., Pratylenchus sp., Helicotylenchus sp., Aphelenchus sp., and Tylenchus sp., mushrooms like Phytophthora sp., and Fusarium sp., overgrowths of wide and narrow leaf as Portulaca sp., Amaranthus sp., Euphorbia sp., of wide leaf and Rottboellia sp., Cyperus sp., of narrow leaf respectively, present in the substratum, demonstrating the high efficiency of the vaporization in the control of nematode and comparatively similar to the use of the Methyl bromide.

martes, 23 de octubre de 2018

LA ARQUITECTURA DEL PODER


La Arquitectura del Poder.
(Deyan Sudjic).

1.                  Resumen.
Una crítica a todos estos “divinos” artistas, sean arquitectos, pintores, cineastas etc. que junto a políticos con aires de grandeza o votos engañan a la gente sencilla pero que, a la postre, los mandan al cuerno.

2.                  Palabras Claves.
·           Poder.
·           Arquitectura.
·           Modernidad.

3.               Introducción.
La obra analiza el binomio poder-arquitectura desde Hitler hasta la actualidad. Critica los edificios icónicos que diseñan los arquitectos estrella. A través de una mirada ácida y repasa muchas anécdotas que descubren la utilización de la arquitectura como propaganda del poder. Sin duda, no es ésta una manera infalible de conseguir una arquitectura discreta y con tacto, o incluso de calidad. El efecto de tanta preocupación por crear una imagen es tan perjudicial para los arquitectos como para las ciudades que los contratan. Nunca se ha dado que tanta arquitectura de alta visibilidad fuera diseñada por tan poca gente. A veces parece como si sólo hubiera treinta arquitectos en todo el mundo, el circo volador de viajeros eternos. Se van encontrando una y otra vez, participando en los mismos concursos convocados por invitación, y aparecen en el estrado de las ceremonias del premio Pritzker y en los jurados que eligen a los ganadores de los concursos en los que ellos no participan.

4.                Cuerpo.
Capítulo 1: Por qué construimos.
La arquitectura tiene que ver con el poder. Los poderosos construyen porque eso es lo que les toca hacer. Al nivel más básico, la construcción es una fuente de trabajo que sirve para apaciguar a una mano de obra inquieta. Pero también es un buen reflejo de la capacidad y la firmeza –y determinación- de los poderosos. Sobre todo, la arquitectura es un medio de contar una historia sobre los que la construyen.
La arquitectura es empleada por los dirigentes políticos para seducir, impresionar e intimidar.
Construimos con fines emocionales y psicológicos, además de por razones ideológicas y prácticas. El lenguaje de la arquitectura es empleado tanto por los fabricantes multimillonarios de software que financias museos a cambios de la oportunidad de exhibir poder como por dictadores sociópatas. La arquitectura ha sido forjada por el ego, así como por el temor a la muerte, además de por impulsos políticos y religiosos. Y, a su vez, les da forma. Intentar dar sentido al mundo sin reconocer el impacto psicológico de la arquitectura en él es pasar por alto un aspecto fundamental en su naturaleza. Sería como no tener en cuenta el efecto de la guerra en las tecnologías y viceversa.
A diferencia de la ciencia y la tecnología, ambas presentadas convencionalmente como carentes de connotaciones ideológicas, la arquitectura es una herramienta práctica y un lenguaje expresivo, capaz de transmitir lenguajes muy concretos. Sin embargo, el significado de establecer el significado político exacto de los edificios, y la naturaleza esquiva del contenido político de la arquitectura, ha llevado a la actual generación de arquitectos de afirmar que su obra es autónoma, o neutra, o bien a creer que si existe algo como una arquitectura claramente “política” se reduce a un gueto aislado, no más representativa de los intereses de la arquitectura culta que un centro comercial o un casino de Las Vegas.
Estamos acostumbrados a hablar de arquitectura en términos de su relación con la historia del arte, o como un reflejo del cambio tecnológico, o como una expresión de tecnología social… Pero ya no nos sentimos tan cómodos cuando se trata de entender las dimensiones políticas más amplias de un edificio, el por qué existe en realidad, más que cómo existe. Es una omisión que resulta sorprendente, dada la proximidad de la relación entre arquitectura y poder. La arquitectura siempre ha dependido de la asignación de unos recursos muy preciados y de una mano de obra escasa. Por eso su ejecución siempre ha estado en manos de los que tienen acceso a los hilos del poder más que de los arquitectos. Si el Egipto de los faraones dedicó el excedente de sus cosechas a la construcción de pirámides, en lugar de asignarlos en la construcción de carreteras o la abolición de la esclavitud, no fue precisamente a un impulso creativo de los arquitectos de los faraones.
Capítulo 2: La larga marcha hacia el escritorio del dirigente.
Hitler se había propuesto crear un sistema político, y necesitaba un mito de liderazgo para acompañarlo…En las fantasías de Hitler, el Reich era un gobierno como lo había sido en tiempos del imperio romano, o de los jefes de las tribus germánicas y de los reyes prusianos, pero adaptado a los tiempos modernos. En realidad iba improvisando sobre la marcha… Y sus edificios fueron empleados para poner a prueba reglas y rituales, por muy absurdas que fueran muchas de ellas.
Hitler fue uno de los mejores exponentes del arte de la identidad corporativa y empleó la arquitectura como principal herramienta para manipularla. Sus planes para la construcción de ciudades alemanas, así como para la construcción de instituciones del partido y estatales en Berlín, Munich y Nuremberg, pretendían reforzar el aura de autoridad e invencibilidad en torno a los nazis, igual que los abrigos de cuero negro adoptados por SS, pero a una escala mucho mayor. De un modo incluso más significativo, Hitler empleó la arquitectura para definir y plasmar su idea de cómo debía ser un estado totalitario. El Berlín de Hitler habría sido una colmena comunitaria para su enjambre de obreros y soldados vestidos de uniforme, con la reina líder colmada de satisfacción en el centro. El individuo no contaba prácticamente para nada.
Para Hitler la arquitectura era un instrumento propagandístico que debía emplearse para inspirar a sus seguidores y oprimir a sus enemigos…”Que el valor de un monumento dependa de su tamaño es una creencia básica de la humanidad” escribió Hitler.
En lugar de ser una ciudad con posibilidades, un lugar de elección individual, la Berlín de Speer (arquitecto de Hitler) sólo habría podido interpretarse de una manera: como una celebración al poder que la había erigido. Hitler hablaba de una ciudad que debía impresionar “al campesino de provincias que llega al gran palacio y se conmueve por lo que ve”.
¿Por qué la idea de que Hitler construyera su propia Roma nos resultaba tan inquietante? Tal vez porque sabemos que si la hubiera acabado, habría conseguido lo que quería de verdad: dejar su impronta en la historia de una manera que habría excluido el buen juicio o toda posibilidad de disensión.
Capítulo 3: Paisajes del Poder.
Los dirigentes totalitarios emplean la arquitectura como parte de su estrategia para demostrar que están es una posición en la que son capaces de controlar los acontecimientos y que basta con imponer su voluntad para cambiar la forma del mundo. Tanto Hitler como Stalin y Saddam Hussein mostraron un profundo interés en los aspectos monumentales de los edificios nuevos que caracterizaron a sus regímenes. Estaban continuamente estudiando maquetas arquitectónicas, eligiendo distintos tonos de mármol y granito, y fotografiándose en poses dinámicas y resueltas junto a planos de ciudades y maquetas arquitectónicas.
Capítulo 6: Inventar una nación.
La arquitectura en su papel de constructora de naciones puede entenderse como una suerte de uniforme militar, como una poderosa manera de señalar lealtades y aspiraciones, de mantener unido a un bando y de intimidar al que se percibe como enemigo. En el diseño de los uniformes, como en el diseño de los edificios, aparentemente se tienen en cuenta de talles prácticos y funcionales, pero en realidad lo que se intenta es transmitir unos mensajes emocionales muy concretos. El diseño de los uniformes pretende dar a los soldados un aspecto intimidatorio y de estar organizados. Por eso en el siglo XIII las casacas rojas británicas lucían brillantes chacós negros, o gorros de piel de oso, para parecer más altos. No sería una analogía muy sutil decir que los edificios grandes o altos son más imponentes que los pequeños. Pero el hecho de que los países pequeños inviertan en ampulosos edificios gubernamentales es simplemente una señal de inseguridad más que una demostración de seguridad en sí mismos.
El color también es una señal importante. Antes el rojo era sinónimo de agresión militar, el azul representaba la unión y el gris a la confederación, igual que diversos tipos de telas de camuflaje en los uniformes actuales pretenden señalar intensiones bélicas y dar una imagen de organización más que cumplir una verdadera función de ocultación. Antes se empleaban hebillas, correas y charreteras para dar una imagen militar. Y ahora los uniformes tienen un exceso de bolsillos, tachuelas y broches Velcro por la misma razón. Todo esto tiene su equivalente arquitectónico: las escaleras y los pórticos, las puertas dobles y los planos con enfiladas son excusas funcionales para lo que en realidad son indicios de estatus u otros indicadores de la identidad.
La arquitectura ha sido un medio empleado desde hace tiempo por países pequeños para proyectar su presencia en el escenario internacional. Los catalanes y los finlandeses también usaron la arquitectura radical para dar una imagen de sí mismos, para definir y reflejar una identidad.
Capítulo 7: La identidad en una era de incertidumbre.
De todos los tipos de construcciones modernas, el aeropuerto, incluso más que el rascacielos, se ha convertido en el centro de la rivalidad entre naciones, un símbolo de estatus así como un valor económico potencialmente importante. Incluso cuando viajar en avión se ha convertido en una experiencia vulgar, los aeropuertos siguen oscilando entre la búsqueda de reducción de costes y de  prestigio.
Capítulo 9: El Ego desatado.
Antes de que por fin lo enterraran en el panteón familiar, Gianni Agnelli, el elegantísimo y carismático patriarca de la FIAT, yació en capilla ardiente en el centro del Imperio de la empresa de Turín. Miles de obreros de la fábrica de automóviles junto con sus familias, además de políticos banqueros e industriales, pasaron ante el ataúd para presentarle sus últimos respetos como si fuera un rey medieval. Esto no sucedió en una capilla revestida de mármol, ni en el clásico palacio que se habría esperado del príncipe no coronado de Italia. Solo pocas semanas antes de su muerte, Agnelli había presidido la inauguración de su regalo de despedida a su país, una galería diseñada por Renzo Piano para albergar su colección personal de grandes éxitos de la cultura occidental, una selección de trofeos del último milenio, adquiridos a lo largo de su vida y presentados ahora a la nación como recuerdo. Nunca se definió oficialmente como mausoleo, pero fue allí, la Pinacoteca de Lingotto, adonde llevaron a Agnelli antes de su entierro.
El deseo de Agnelli era un recordatorio conmovedor del antiguo uso de la arquitectura como desafío a la mortalidad, como manera de forjar la memoria y como manejo de la psicopatología del poder. El instinto fundamentalmente humano de dejar algún tipo de señal tras la muerte y la íntima relación entre la arquitectura y el ejercicio del poder se vieron brevemente relegados por las preocupaciones más llamativas de los años 1960. Durante un tiempo la arquitectura se vio supuestamente liberada del peso de la tradición y las costumbres. En manos de Piano y otros como él, empezó a considerarse un medio para buscar alternativas a las maneras convencionales de hacer las cosas. 
La arquitectura es medio que nos da la oportunidad de olvidar la precariedad de nuestra situación por un momento, de crear al menos la ilusión de que hay un significado cuando la comparamos con nuestra propia lógica interna y encontramos cierto sentido de correspondencia y previsibilidad. No puede claro está, imponer orden en nuestro universo sin orden, pero en sus propios términos la arquitectura sí ofrece la posibilidad de darnos un breve respiro de lo aleatorio. La arquitectura puede dar un punto de referencia, que no permite dar nuestro lugar en el mundo. La mayoría de los primeros  intentos del hombre de dejar una huella duradera en su entorno fueron básicamente arquitectónicos, y muestran claros indicios del impulso hacia la búsqueda de una manera de relacionar la fugacidad de la carne y la sangre con la aparente eternidad de las estrellas. Para ello se creaban plataformas planas de tierra, situadas en un paisaje ondulado y en línea con el cielo, como si señalaran la relación entre la inteligencia del hombre y el mundo que escapa a su comprensión. No podría haber un indicio más claro de la presencia humana, y del ejercicio de su intelecto, que la muestra del contraste entre el orden y el desorden.
La arquitectura es capaz de alterar el clima y la luz. En ese sentido, tiene un poder que por primera vez es medible. La piedra y el acero son más perdurables que la carne y la sangre. Con el tiempo, la arquitectura adquiere la pátina y la resonancia de los acontecimientos que tuvieron lugar en su interior, y también de la gente que lo ocupó. Los edificios son indicadores históricos que muestran el paso del tiempo y los cambios de regímenes; no es de extrañar que los dirigentes totalitarios siempre hayan tendido a destruir los edificios que los hacían sentirse incómodos o amenazados.
Pero hay algo más en juego que el proceso de ver cómo se eleva una pared o cómo un espacio adopta una forma. El atractivo de la arquitectura para quienes aspiran al poder político está en la manera en que sirve para expresar la voluntad. Diseñar un edificio, encargar el diseño de un edificio, es sugerir que éste es el mundo tal y como uno lo quiere. Ésta es la habitación perfecta para dirigir un estado, un imperio comercial, una ciudad, una familia. Es la manera de crear una versión física de una idea o una emoción. Es la manera de construir la realidad tal y como queremos que sea, más que cómo es.
Por su escala y sus complejidades, la arquitectura es de lejos la más grande y la más sobrecogedora de todas las formas culturales. Determina nuestra manera de ver el mundo y cómo interactuamos entre nosotros. Para el cliente, es una oportunidad de sentir que ejerce un control sobre los acontecimientos. Y para cierto arquitecto, ofrece la posibilidad de ejercer un control sobre la gente.
La arquitectura está íntimamente controlada por su impulso por controlar. Ordenar, clasificar, moldear la vida tal y como se vivirá en un espacio, coreografiar cada actividad dentro de cada espacio, requiere cierta visión del mundo, una visión de la que es poco probable que predomine la humildad. Existe la creencia arraigada de que el arquitecto ha tenido éxito si consigue que el cliente acepte construir no solo algo que no entiende, sino algo que no quiere. Es una visión del mundo producto de una profesión que ha desarrollado un concepto de sí misma semejante a un sacerdocio, definida por un lenguaje críptico pero también por un complejo de inferioridad con respecto a las demás formas culturales.
Por supuesto, la arquitectura tiene que ver tan con la vida como con la muerte. Forja nuestra manera de vivir, aunque no lo haga de una manera tan directa como la creen ciertos arquitectos. Tiene un objetivo práctico, pero también puede tener su razón de ser, como una metáfora de algo más. Tiene que ver con el control, por la posibilidad que al parecer ofrece de imponerse por completo a nuestro entorno personal y a las personas con las que compartimos, aunque solo sea por poco tiempo. La arquitectura tiene la capacidad de enmarcar el mundo, excluyendo todo aquello que el arquitecto no quiere que veamos. Dirige la luz, crea la relación entre el lugar donde comemos y el lugar donde preparamos la comida. Naturalmente, cualquier arquitecto sensato lo hace de una manera sensible. Podemos escribir en la cocina, podemos comer en el cuarto, podemos dormir en el despacho. Pero la arquitectura ha creado un grano y una textura que podemos seguir o bien pasar por alto.
La arquitectura tiene sus raíces en la creación de un refugio en un sentido físico, pero se ha convertido en un intento de crear una visión particular del mundo, ya sea una casa individual o un complejo de viviendas al estilo de anfiteatro romano, como hizo Ricardo Bofill en varias ciudades francesas, y entre ese mismo arquitecto y los individuos que acaban viviendo allí.
Capítulo 12: Los usos de la cultura.
Las raíces del museo moderno, por mucho que se relacione con valores progresistas, están en dos de los impulsos humanos más fundamentales: desafiar la muerte y glorificar el poder. El museo es la síntesis del santuario y el monumento. Pero desde el principio el saqueo también ha desempeñado un papel fundamental en su evolución.
Todos los países usan sus museos como parte de un repertorio de instrumentos que les permiten definirse.
Ahora todo el mundo quiere un ícono. Quieren que un arquitecto haga lo mismo que hizo el Guggenheim de Ghery para Bilbao y el teatro de la ópera de Jorn Utzon para Sydney. Cuando se inauguró el Walt Disney Hall en Los Ángeles, en la mayoría de los discursos de la ceremonia de inauguración se habló más de cómo la nueva sala de conciertos afectaría a la imagen de la ciudad que de su acústica.
Capítulo 13: El síndrome del rascacielos.
Hay un foto extraña y conmovedora de Minoru Yamasaki donde, aparentando la vulnerabilidad de un niño, posa tímidamente delante del Wolrd Trade Center con una pequeña maqueta de las Torres Gemelas en la palma de la mano como un juguete. Cuando se tomó esa foto ya no era joven; bajo, y aún delgado, tiene una expresión triste…Lo extraño de la foto es que en la mirada abatida de Yamasaki no se percibe la menor sensación de triunfo, ni siquiera de logro. Este hijo de japoneses inmigrantes que nació en la pobreza de estados unidos no parece enorgullecerse de la inmensidad de la huella que dejó en el arrogante horizonte de la ciudad más rica del mundo.
Es inevitable examinar la imagen en busca de indicios de algún tipo de significado bajo la superficie, de algún augurio de los terribles sucesos del 11 de setiembre de 2001. Pero es inútil. A lo mejor el día de la foto Yamasaki tenía resaxa, a lo mejor el fotógrafo lo había irritado o a lo mejor estaba preocupado por problemas conyugales: podría ser cualquiera de estas posibilidades o ninguna. O quizá le pesaba la respuesta hostil de sus colegas al diseño de las torres. Las describieron como piezas de escultura minimalista infladas a una escala absurdamente monstruosa. Las tacharon de deshumanizadoras porque reducían al individuo a la insignificancia visual. No daban la menor pista acerca del tipo de actividades que tenían lugar en su interior. Algunos consideraban que el simple concepto de rascacielos era un atavismo….En su angustia palpable, Yamasaki no parece un hombre que se siente cómodo con la idea de haber diseñado el edificio más alto del mundo.  Las torres (gemelas) fueron interpretadas como símbolos de poder y autoridad por los que quisieron desafiar el poderío de Estados Unidos en el mundo. Se insinuó que eran la personificación de los males del capitalismo. 
El momento elegido para el atentado a las torres gemelas sin duda la dio la impresión de que los terroristas habían seguido el debate y captado el mensaje del significado simbólico de la arquitectura de los rascacielos. Uno de los secuestradores al mando de los atentados del 11 de setiembre, Mohammed Atta, era licenciado de la facultad de arquitectura de el Cairo y estudiante de postgrado de planificación urbana en Hamburgo. De haber sido abogado o ingeniero, o programador de software, se podía haber pensado simplemente que era otro radical de clase media desafecto. Pero su relación con la arquitectura parecía sugerir algo más. Era como si Atta hubiera reconocido que lo contrario al deseo de construir era el intento de destruir.
Por supuesto, hay algo de ridículamente infantil en el deseo irracional de construir un edificio alto sólo para que sea el más alto del mundo. Pero no parece que la idea de las grandes alturas haya dejado de hacer volar la imaginación del mundo. Personas que se presentan a sí mismas como hombres de negocios prácticos, racionales y extremadamente cautos se lanzan de cabeza a construir estructuras cada cual más alta que la otra. Y sin embargo, pese a su ambición manifiestamente infantil, las Torres Gemelas son identificables que Kuala Lumpur ha dejado de ser una ciudad asiática anónima.
Antes, al subir por una de las pocas y aisladas torres, uno se encontraba solo entre las nubes. Ahora una persona que puede estar en la decimotercera planta y verse cara a cara con gente que está en la decimotercera planta del edificio de la acera de enfrente. La estructura de la ciudad está comprimiéndose hacia arriba, hacia el cielo.
Capítulo 14: Una afección incurable.
La construcción no solo tiene la finalidad práctica de dar cobijo, ni de crear las infraestructuras modernas de un estado. Aunque pueda parecer anclada en el pragmatismo, es una expresión poderosa y extraordinariamente reveladora de la psicología humana. Tiene un significado tanto en el rango más amplio como en el más personal. Es un medio de hinchar el ego humano a la escala de un paisaje, una ciudad o incluso una nación.
Refleja las ambiciones, las inseguridades y las motivaciones de los que construyen y, por eso ofrece un fiel reflejo de la naturaleza del poder, sus estrategias, sus consuelos y su impacto en los que lo ostentan.
Es prácticamente imposible encontrar un autócrata del siglo XX que estuvo en el poder y que no se haya embarcado en una campaña de construcción: desde Hitler y Mussolini hasta Stalin, Mao, Saddam Hussein y Kim Il Sing. Incluso se llegó a decir que, para Hitler, la arquitectura no era simplemente una herramienta para la creación del régimen nazi, sino que para él fue a revés: la creación del régimen nazi también fue un medio para llevar a cabo sus ambiciones arquitectónicas.
A cierto nivel, la arquitectura nunca cambia. Pese a la apariencia de la contemporaneidad, la arquitectura está íntimamente relacionada con las preguntas primordiales que nos planteamos en nuestros intentos de conciliarnos con la idea de quiénes somos, qué somos y qué es la vida. La arquitectura siempre tiene que ver con lo mismo: el poder, la gloria, el espectáculo, la memoria, la identidad. Y, sin embargo, siempre está cambiando. Los procesos, los materiales, las escalas de tiempo que dan forma a un edificio han variado. Nadie puede incorporar un lenguaje arquitectónico para siempre.

5.                Conclusiones.
Valiosa interpretación de muchos fenómenos sociales y culturales de la modernidad. La obra analiza el binomio poder-arquitectura desde Hitler hasta la actualidad. Critica los edificios icónicos que diseñan los arquitectos estrella.
Este libro es una indagación valiente y demoledora de la obsesión arquitectónica de presidentes, primeros ministros, alcaldes, dictadores, El resultado es una mirada ácida, rebosante de anécdotas entre bambalinas, sobre la arquitectura convertida en representación del poder y LA ARQUITECTURA DEL PODER.

6.                  Agradecimiento.
A Dios por la salud y bienestar, al docente del curso Ing° Dr. Rolando Reategui Lozano, y mi familia.

7.                  Bibliografía.
·        Dawn Ades, Tim Benton, David Elliott y Lain Boyd Whyte: Art and Power: Europe under the Dictators 1930-45, Londres, 1996.
·   Michaek Thad Allen: The Business of Genocide: The SS, Slave Labour and the Concentration Camps, Nueva York, 2002.
·     Ander Aman: Architecture and Ideology in Eastern Europe during the Stalin Era: An Aspect of Cold War History, Cambridge y Londres, 1992.
·           Richard Bosworth: Mussolini, Londres, 2002.
·         Roberto Caro: The power Broker: Robert Moses and the Fall of Nueva York, Nueva York, 1975.
·           Timothy J. Colton: Moscow: Governing the Socialist Metropolis, Cambridge y Londres, 1995.

8.                  Anexos.
No se muestra.